22 septiembre, 2015



Vendo mi vida (inédito)     22 - 09 - 2015
Cristóbal Deffit

Cambio mi alma por una lata de atún,
por una pasta, por una bolsa de leche completa,
por un ascensor, por un carrito ordinario,
por una luna en Miami,
doy cualquier parte de mi cuerpo
por un televisor, aunque sea de 32 pulgadas,
vendo mi alma por una paca de arroz,
por un cuartico de café, puro, sin restos
por una mantequilla, un aceite,
no importa si es vegetal o hidráulico.
Cambio mi andar resuelto por una batería,
por un arranque, por un pedazo de carne,
un pollo pequeño con su pechuga,
por un papel suave, oloroso a almizcle,
en fin, cambio mi patria por un mercado,
toda la salsa, mi joropo, mi tamunangue,
la tonada no, porque me falta.
Vendo mis boleros de vinil,
toda esta tristeza y esta rabia,
de tantas colas, y tanto pobre.
Vendo mi clase y mi frontera…
Todo, todo lo vendo por un cuarto,
por una cama cómoda, con frescas sábanas,
un aire, almohadas y un dulce sueño americano.

05 junio, 2015

Ese extraño animal

Libro Ese extraño animal 2006

Orfandad

Quien supone en el abrazo un estallido
no tiene madre
El que piensa que de éste surgen niños como piedras
como cáscara esparcida
no ha amado y
contando interminable su costura
señala con su dedo medio una aguja
el instrumento sangriento
placentero de una herida
Quien presume en un beso una explosión
fue dejado a las puertas de un templo
de un convento
con personas que en el olvido de Dios
como un culto a la nostalgia
lo inventan desde su observatorio
con la rigurosidad del desamor.

En Vilo

Hoy tengo unas ganas inmensas, omnívoras
de ser un asesino, de extraerle el zumo a la naranja
Ver, al fin, mi labio superior subir ante la ira
tensar mis músculos mientras voy directo a mis víctimas
decidido, sin dudar; sin atender parlamento, charla o excusa
Hoy quiero ser un criminal de aspecto franco
con una cicatriz cruzándome el rostro
como un rayo, con un tic de días muertos en el mentón
Aplastar con un derechazo
el mosquito que se posa en mi ingle
sin chistar; reírme de mi propio dolor ante mis amigos
esos que posan a mi lado
para hacerse un lugar en el barrio
Balancearme calle abajo
penetrar por los pasillos más angostos
oscuros y solitarios, más expeditos
para, al final, y pisar el pedal
Descargar el hacha o la metralla en los ilusos
quienes han supuesto la vida de otro modo
uno distinto, igual al mío
el que yo impongo
de manera eficaz y contundente
Luego, escalar silbando, sereno
los mil y un eslabones del cerro
saludar con gracia a los niños
que retozan alrededor de sus colmenas
fusilándose entre ellos
Sentarme a descansar en este muro
sonriente, mientras recuerdo a los míos
comiéndome un cambur, tranquilo.

La Flauta Mágica

Yo creo en Dios por María, mi mujer
Por sus siete entradas y su única salida
por su catedral, hecha de piel
por la melaza de su rubor
por sus pies poblados de caracoles
por su luz.
Yo creo en Dios, por ella
Por el milagro de noches fecundas
vueltas bruma, olas, candor
En el detalle inesperado de su gesto
en sus pausas
en sus estampadas cortinas
en los schiu ajustados a su humor
a su pensamiento lunar, quedo.
Yo creo en sus preguntas
golpeando sobre mí
un mortal que la afronta desnudo
sin una franela que me cubra de su ardor
sin un licor que supere su olor a clavo
canela y marfil, a durazno con piña.
Yo miro por la ventana que da la casa de María,
 la mía, y silenciosamente veo a Dios.

A través del Polvo

Perdóname Anabel
no supe qué hacer con tu belleza
Soy un hombre de opacidades
No pude sobrellevar tus encantos
era mucha tu espontaneidad
al extremo de arrugar mis planchados cuadros
mis poses inolvidables
–me hacías ver tan pálido-.
Perdóname el odio a tu sonrisa
a tu amarilla figura, danzante
resplandeciendo
como lámpara en las reuniones
y sobre todo allí
en esa insoportable soledad
que me brindabas en tu casa
el deslumbrante espacio en que me hundías
la nube de olores dulces, de exóticos vapores
tan amargos para mí
que no pude respirar ya más
y que ahora
añoro a tantos años luz
Perdóname Anabel
tuve que irme a esta distancia para verte.

01 abril, 2015



Del libro Cuerda floja 2014
Mantra
¡Nadie te quiere! Vive con eso
y lo harás a tus anchas.
No solo un camino se abrirá a tus pies,
un océano, la tierra toda; el universo es tuyo!
¡Nadie te quiere! Dalo por hecho,
podrás subir y bajar cuanto se te antoje.
Todos los saltos te serán permitidos.
¡Nadie te quiere! –repite a todo grito­­­-
y viaja conmigo  en este estremecimiento,
en este zumbido.



Desnaturalizado
Cuando eres niño
quieres a tu mamá con gula
con vehemencia
El hombre sensato, maduro
independiente y altivo
no quiere a su madre
No así el viejo:
él dobla las rodillas
y se reconcilia.


El vínculo
¡Hermano!
nos unen para siempre una palabra y un cuchillo
un silencio más puro que la sangre
tan sobrio y limpio como una cachetada
todo un latigazo sobre la carne húmeda
fresca, trémula.
Nos une ese arponazo entre la espuma
en la borrasca de un río que se marcha
y nunca regresa.



21 marzo, 2008

La Otra Orilla

Tambores

Negra, ven acá, hazme caso
Sígueme, empaca tus cosas
A este desierto absurdo
ningún hombre después de mí vendrá
-¿me oyes bien?-
Ningún blanco como yo te sabrá amar
ningún negro sabe lo que yo
Viajaremos a Suramérica, allá seremos iguales
bailaremos la Salsa o el Son
De ese ritmo latino saldrán nuestros hijos
muertos de risa
Serán tuyos también
Aprenderemos una lengua en común
desde allá podrás escribir a tus hermanos
que puedes andar con tu tigre tomada de la mano
con tu vellocino dorado
Allá nuestros curas se casan, no da asco
Hay vehículos que suplen a estos pobres caballos
el agua llega por tubos y no por sus cabezas
estas la usan para sonreír todo el tiempo
Tienen un juego que le llaman Monopolio
donde los mismos siempre gana
Son muy vistosos, para ellos todo es revolucionario
Se alegrarán de conocernos
son cariñosos y apasionados
Por todo se bañan, el agua abunda
algunas veces los inunda
Hay quienes se pintan
Por cualquier motivo marchan
son chismosos –te entretendrás-
Con la autoridad y los malandrines, podrás entenderte
Si pagamos, no te sacarán por los cabellos de la casa
Con mi dinero allá, Negra, seremos felices
Podrás gritar cuanto quieras
golpearme si lo deseas, si se te antoja
aunque allá como aquí
puedo desaparecerte sin que nadie lo sepa.

La Otra Orilla

El Nudo

Por las mañanas, luego de bañarme
pienso que ese día puedo morir
Busco mi mejor ropa interior –limpia-
Tal vez por ello mi estómago y mi uretra se resienten tanto
mis innumerables vueltas al baño antes de salir
por fin, la proximidad de algo definitorio, lo decisivo
mi nudo, mi polvorín, me hace sucumbir
Si salgo antes que ella, tiendo mi cama, salgo
salgo ahogado en perfume, oliendo a cremas y desodorante
con la imagen mía de los cuatro ángulos
Por cuatro veces estás bien: mente, alma cuerpo y espíritu
Hago unas maromas pugilísticas
Omito santiguarme –mi madre está viva- beso a mis hijos
Si ella está, ni la toco
no sea que despierte al dragón y me calcine antes de irme
por secarme la última gota de veneno
las pocas fuerzas que permitan mantenerme en pie
para despedirme hacia un rumbo
del que quizás nunca regrese.

La Otra Orilla

X-Men

Nunca he hallado una mujer que me guste toda
Siempre hallo algo que aborrezco en ella
cejas, vicio, adorno, coquetería y recato, que al principio adoro
Red de fondo, discreto tongoneo empalagador que termino odiando
-Somos tantos los incautos-
Algunas, de plano, las objeto
Cortés, las hago pasar
Así ellas lo han hecho conmigo: macho y hembra
Siempre hay algo intercambiable
una parte cruda, cruel, que sabe a carne, a sopa, a pastel
Por esto las busco a todas, una por una
¡Ay de mí, de aquellas que entran de lleno en mi vida!
-corrijo- en mi corazón. El suspiro cuenta
Eso que repudio en ellas, al final me contenta y apena
aflojo las cuerdas, no las suelto, doy una vuelta.

La Otra Orilla

Contiguo

Había una delgada sábana curtida
entre su respiración y la mía
y la de Flora, su mujer,
cuando iba cada 15 días
la de aquellos chicos asustadizos
a quienes sometía con una daga
Ninguno de los dos rezábamos
nuestro saludo era árido
Yo evitaba mirarle, por desprecio
mientras él más me veía, por provocación
Comíamos aparte, cuando él lo hacía
yo me salía para no escucharle engullir sus alimentos
pero me quedaba con valor ante sus aires y silencio
Era una fina tela descolorida
la que separaba mis libros del zumbido de sus visitas
de sus hermanas mascando chicle,
pareciendo cínicas, atrevidas
muchachas ruines que me odiaban
a quienes yo, no sé por qué, le recordaba su desamor
Era un mantel donde los bárbaros,
parecía que habían expuesto sus heces
A nadie se le ocurría quitarlo
sólo a través de éste nos comunicábamos
hasta que un buen día, grato, dejé de escucharle
sin explicación, sin preguntar.
Ninguno de los míos vino a verme
nunca se enteraron que estuve allí
compartiendo ese manchón de tela
que algunas veces, creo que era verde.