05 junio, 2015

Ese extraño animal

Libro Ese extraño animal 2006

Orfandad

Quien supone en el abrazo un estallido
no tiene madre
El que piensa que de éste surgen niños como piedras
como cáscara esparcida
no ha amado y
contando interminable su costura
señala con su dedo medio una aguja
el instrumento sangriento
placentero de una herida
Quien presume en un beso una explosión
fue dejado a las puertas de un templo
de un convento
con personas que en el olvido de Dios
como un culto a la nostalgia
lo inventan desde su observatorio
con la rigurosidad del desamor.

En Vilo

Hoy tengo unas ganas inmensas, omnívoras
de ser un asesino, de extraerle el zumo a la naranja
Ver, al fin, mi labio superior subir ante la ira
tensar mis músculos mientras voy directo a mis víctimas
decidido, sin dudar; sin atender parlamento, charla o excusa
Hoy quiero ser un criminal de aspecto franco
con una cicatriz cruzándome el rostro
como un rayo, con un tic de días muertos en el mentón
Aplastar con un derechazo
el mosquito que se posa en mi ingle
sin chistar; reírme de mi propio dolor ante mis amigos
esos que posan a mi lado
para hacerse un lugar en el barrio
Balancearme calle abajo
penetrar por los pasillos más angostos
oscuros y solitarios, más expeditos
para, al final, y pisar el pedal
Descargar el hacha o la metralla en los ilusos
quienes han supuesto la vida de otro modo
uno distinto, igual al mío
el que yo impongo
de manera eficaz y contundente
Luego, escalar silbando, sereno
los mil y un eslabones del cerro
saludar con gracia a los niños
que retozan alrededor de sus colmenas
fusilándose entre ellos
Sentarme a descansar en este muro
sonriente, mientras recuerdo a los míos
comiéndome un cambur, tranquilo.

La Flauta Mágica

Yo creo en Dios por María, mi mujer
Por sus siete entradas y su única salida
por su catedral, hecha de piel
por la melaza de su rubor
por sus pies poblados de caracoles
por su luz.
Yo creo en Dios, por ella
Por el milagro de noches fecundas
vueltas bruma, olas, candor
En el detalle inesperado de su gesto
en sus pausas
en sus estampadas cortinas
en los schiu ajustados a su humor
a su pensamiento lunar, quedo.
Yo creo en sus preguntas
golpeando sobre mí
un mortal que la afronta desnudo
sin una franela que me cubra de su ardor
sin un licor que supere su olor a clavo
canela y marfil, a durazno con piña.
Yo miro por la ventana que da la casa de María,
 la mía, y silenciosamente veo a Dios.

A través del Polvo

Perdóname Anabel
no supe qué hacer con tu belleza
Soy un hombre de opacidades
No pude sobrellevar tus encantos
era mucha tu espontaneidad
al extremo de arrugar mis planchados cuadros
mis poses inolvidables
–me hacías ver tan pálido-.
Perdóname el odio a tu sonrisa
a tu amarilla figura, danzante
resplandeciendo
como lámpara en las reuniones
y sobre todo allí
en esa insoportable soledad
que me brindabas en tu casa
el deslumbrante espacio en que me hundías
la nube de olores dulces, de exóticos vapores
tan amargos para mí
que no pude respirar ya más
y que ahora
añoro a tantos años luz
Perdóname Anabel
tuve que irme a esta distancia para verte.

No hay comentarios: